Una aventura más

Mirar por la ventana y verlos, envueltos en risas, compinches desde siempre, amigos antes que hermanos, me llena de orgullo. Encienden el fuego, comienza a llover, ¡allí empieza la aventura!....

Armaron un artilugio para evitar que la lluvia anunciada llegara a complicar el tan ansiado manjar criollo. Entonces entre maníes, risas y aperitivos, fue transcurriendo la tardenoche, se acercaba la tormenta y también la oscuridad, encendieron luminarias, pero el cielo estaba empeñado en demostrar su fuerza, quedaba la noche iluminada con estruendosos ruidos y luces celestiales. Minutos pasaron y se desbordaba el cénit....
Ellos en su afán de cumplir, de mostrar su compromiso, de divertirse también, comenzaron a idear las formas más locas de retener el fuego en las brasas y evitar que todo ese producto cárnico se humedeciera....
En un instante apareció una especie de protección áurica en la cual los vi volver a la infancia, armando fuertes atrincherados en los que ningún alma podía acercarse porque sus armas eran letales, sus miradas  ubicadas en el horizonte donde se podía divisar el malón acercarse, o las naves espaciales, dependiendo del momento histórico en el que se encontraban los relatos... verlos tardes enteras compartiendo su compañía, abrazarse, pelearse y volver a amigarse, fui testigo comprometido de situaciones inolvidables...

      Si pudiéramos tener ese registro diario, si pudiéramos ser niños en cada instante, si sólo nos dejáramos fluir como ese agua que se desliza y cae sin complicaciones, que sólo transcurre entre los obstáculos y nada la detiene....si solo fluyéramos....

Como era de esperase, prendimos el horno y la comida terminó por hacerse al cálido resplandor del mechero de la cocina de la vieja....

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