¿Qué nos diferencia?
La clase transcurría, increíblemente con mucho silencio. Aquel grupo no era el de los más tranquilos. Muchas miradas, muchas intrigas, muchas ideas, pocas edades, gran alboroto. Así sucedía comúnmente. No aquel martes. Todos estaban atentos a mis palabras, copiaron, armaron grupos y se dispusieron a trabajar. En mi mente, vagaba la idea de tus palabras. Estaba convencida de que algo debía comenzar a hacer, no podía dejar pasar más los días y permitir que ciertas molestias se agravaran. Ellos no debían enterarse de mis planes, simplemente influir en ellos como guía de lo que esperaba fueran sus respuestas. Allí me encontraba yo, detrás del escritorio, como protegiendo mi ataque, como en observación de mi campo de batalla. Por un momento pensé: ¿qué es lo peor que puede pasar?...y a partir de allí comenzó mi labor. Les indiqué dejar lo que estaban haciendo, tarea que no los disgustó demasiado. Solicité que se pararan en sus lugares y armaran una ronda. A...