lo prometido es deuda:

Camionero, porque es el trabajo que le da de comer.
Carpintero, porque algunos nacen con mucho amor que dar.
Familiero, todo por sus dos hijos, hasta negarse al amor de su vida. No corrió tras ella, y eso hizo que derramara soledades por mucho tiempo, cuando la encontró de nuevo, lloraron juntos.
Muchos amigos en el haber, algunos con huella indescriptible en su alma cada vez más enriquecida. 
Alto, robusto, con barba prolija y muy acostumbrada al paso de la mano sobre ella. Habla pausado, con palabras propias y prestadas, con silencios que muestran historias profundas y dolorosas. De risa fácil y fresca, de humor equilibrado, de verborragias espontáneas, un ser de total y completo aplomo. Con demasiada carga en su camino, pero con un amplio hombro donde supo acomodar su cruz. Nombra a su padre como alguien humilde, franco, sabio y honesto, al límite de no comprenderlo; hasta hoy, en el que él está en sus zapatos.
Hora y media de relatos, de intercambios, de percibir un gran hombre detrás de un volante.

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